La Esperanza Bolivia

Éste es el "blog" de la ONG, la Asociación de Ayuda Internacional al Desarrollo La Esperanza Bolivia

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A curious traveller

viernes, marzo 31, 2006

Niños recibiendo su dotación del curso año 2006

 
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lunes, marzo 27, 2006

PERIPECIAS

PERIPECIAS

Mi viaje a Bolivia empezó con un contratiempo: media hora antes de que debiera salir para el aeropuerto Roberto se vio afectado por un trastorno intestinal y no me pudo llevar al aeropuerto.  Gracias a mi amiga y vecina Andrea, pude ponerme en contacto con un taxista que, afortunadamente, estaba libre y me pudo llevar a Málaga donde llegué a tiempo aunque con €100 menos.

Las cosas mejoraron cuando el vuelo de Spanair para Madrid salió y llegó a su hora, y parecía que iba todo sobre ruedas cuando embarcamos en el avión de Aerolíneas Argentinas para el vuelo a Buenos Aires que despegó con tan sólo 30 minutos de retraso que, tal y como están las cosas en el mundo de la aviación hoy en día, se puede considerar normal y hasta puntual.

A los 40 minutos del despegue las cosas empezaron a cambiar cuando en la pantalla se veía como el avión viraba.  Algún tiempo después el comandante nos informó que volvíamos debido a que se había iluminado un testigo.  Él no sabía si se trataba de una avería electrónica o si efectivemante se trataba de la avería indicada en cuyo caso era lo suficientemente seria como para impedir que el avión cruzase el Atlántico. Tras tirar todo el combustible pudimos aterrizar de nuevo en Barajas.

Los coches de los bomberos nos estaban esperando pero afortunadamente no necesitamos su intervención. Se procedió a la revisión de la avería y a continuación nos informaron que podíamos salir de nuevo, pero, claro, había que repostar. El repostaje duró unas dos horas y a las 03h45 despegamos otra vez. Al poco tiempo de entrar en el espacio aéreo portugués se produjo el mismo fallo. Uno de los motores hacía un ruido extraño y yo abrí la persiana para comprobar si volábamos en horizontal o si íbamos en picado. De pronto el avión dio un salto y se nos subió el estómago a la garganta. Algunas personas empezaron a gritar. Una vez más echamos por la borda todo el combustible (¿Dónde está la crisis energetica?) para poder aterrrizar en Madrid. Esta vez los bomberos rodearon el avión y echaron líquido en el motor que estaba humeando. Por fin desembarcamos y nos llevaron a un hotel – el más grande de Europa – donde no había suficientes cuartos libres debido a que se estaban celebrando convenciones médicas y los participantes estaban alojados en el hotel.

Allí nos sirvieron el desayuno y el almuerzo y allí nos quedamos a lo largo de todo el día sin que se presentase ningún representante de Aerolíneas Argentinas. Nadie explicó nada de lo que ocurría.  Por fin, a las 18h00 nos llevaron de vuelta al aeropuerto y finalmente, casi 24 horas después de la hora original de salida, despegó el avión. Esta vez el vuelo transatlántico transcurrió sin novedad para alivio de todos. Tras el susto algunos pasajeros habían desistido del viaje y se habían vuelto a casa.

Cuando llegamos a Buenos Aires, nos dimos cuenta de que, aunque hubiésemos llegado a tiempo, no habríamos podido seguir a los diversos destinos porque el personal de la línea aérea había estado en huelga y algunos pasajeros llevaban más de 24 horas en el aeropuerto sin atención alguna. Como muchos aviones estaban en el lugar inadecuado, entre ellos el que no debía llevar a Santa Cruz, el vuelo salió con varias horas de retraso. Como consecuencia de ello, cuando llegué a Santa Cruz, no había vuelos a Cochabamba: LAB (Lloyd Aéreo Boliviano), la línea nacional de Bolivia, también está pasando por momentos de gran dificultad financiera y está quedando sin aparatos por falta de pago. Probé suerte con la otra línea aérea, Aerosur, donde me pudieron ofrecer una plaza en clase ejecutiva.  La tomé.  Por fin, sesenta horas después de salir de casa, llegué a mi destino.  Los correos electrónicos enviados para avisar de los contratiempos no habían llegado por lo que el hotel había cancelado mi reserva. Afortunadamente me pudieron alojar y pude dormir tranquila.

Una vez terminado el trabajo en Cochabamba quería entrar al Chapare, la región tropical donde vivimos entre 1993 y 1995. Salí de Cochabamba en “flota” (autobús) el 14 de marzo a las 21h00. Durante toda la noche caía un diluvio tropical y el cielo lo iluminaban relámpagos azules espectaculares. El ascenso al bosque de las nubes alrededor de 4.000m y el subsiguiente descenso al bosque tropical húmedo por la superficie pedregosa fue un lento peregrinar. En algunos puntos la carretera  la había llevado el agua y el tráfico sólo podía pasar en un solo sentido causando demoras considerables. Se acumulaban más retrasos en las “trancas” o controles antinarcótico donde tuve que bajar para abrir la maleta.

A las 4 de la madrugada, siete horas después de salir, llegamos a Entre Ríos, que dista unos 250kms de Cochabamba.  Caía una lluvia torrencial de manera que nos cobijamos bajo un toldo a la espera de que pasase algún vehículo que nos pudiera llevar a la casa de Roberto.  Me sorprendió mucho la cantidad de personas que dormían en los portales o que deambulaban a semejante hora. Por fin apareció un coche que nos llevó a la casa donde llegamos a las 4h30.

¿Dónde iba a dormir? Todos los cuartos de la casa están alquiladas a trabajadores de las compañías petroleras que se han instalado en la región de manera que la familia de Roberto vive en un solo cuarto. Pronto se despejó la duda.  Dos adolescentes dormían en una cama. Roberto, su compañera y su hijo pequeño dormirían en la otra y a mi me dieron la tercera. Unas sábanas recién compradas en el mercado de La Cancha en Cochabamba endulzaron esta opción. Exhausta me dormí enseguida ... pero no por mucho tiempo. A las 6h, una vez que los trabajadores de la petrolera se hubieran ido a trabajar, nos pusimos en marcha rumbo al chaco de Roberto.  

Las cosas han cambiado bastante desde que nos fuimos. No tomamos el camino antiguo a Villa Unión sino un camino desde Cruce Andino.  Ahora hay tres caminos de acceso a Villa Unión que son mantenidos por las compañías petroleras. Exploramos el bosque húmedo durante unas horas, cruzando los ríos mediante puentes de troncos o a veces vadeando las aguas cuando los troncos los habían llevado las lluvias. Fue una experiencia “de refresco” al sentir de nuevo los sonidos del bosque tropical – las aves, los insectos, el ruido producido por nuestro paso a través de matorral donde Roberto abría paso a golpe de machete en los lugares en que se hubiese vuelto demasiado espeso – y volví a sentir esa sensación todo envolvente del calor húmedo que toca la piel como si de una cosa viva se tratase. Éste es el único medio que conozco que estimula de forma simultánea todos los sentidos. Pasar por el último islote de bosque virgen en la zona fue una experiencia agridulce.  El efecto de la invasión de los colonos con sus prácticas de “chaqueo” o talar y quemar ha sido agravado por las actividades de las compañías petroleras y de gas. ¿Quién sabe por cuanto tiempo podrá resistir esta pequeña isla, refugio de tantos animales, antes de que los árboles sean talados clandestinamente para aprovechar la madera y los vecinos hagan incursiones para chaquear y para cazar usando armas de fuego y el mortífero y cruel lazo.

A la vuelta tomamos el camino familiar a través de Villa Unión.  Ya no hay que maniobrar para que las ruedas del coche pasen justo por los troncos.  Las empresas petroleras han mejorado el camino y la zona ya queda mucho más accesible a todos – una bendición de doble filo sin duda.

Después de ducharme y de almorzar algo, me dirigí a la carretera para esperar que pasase una flota a Sta. Cruz. Empiezan a pasar a partir de mediodía y el segundo autobús tenía un asiento libre. El viaje de tres horas y media a Santa  Cruz transcurrió sin problemas ya que la carretera pasa por un terreno más llano y es mucho mejor que el tramo desde Cochabamba.  La única demora fue la consabida inspección en la “tranca” de Bulo Bulo donde la policía anti-narcóticos nos hizo apearnos del autobús y una mujer policía pinchó toda la mercancía con un hierro (¡Mala suerte si cualquiera transportara fruta fresca para vender!)

A última hora de la tarde llegué a Santa Cruz, esa pequeña ciudad tan relajada y agradable pero al mismo tiempo tan dinámica.  Hace treinta años Santa Cruz era un pueblo olvidado y atrasado y en cambio hoy es la fuerza motriz de la economía boliviana.

Tras un corto descanso en Santa Cruz llegó la hora de regresar.  ¿El viaje de retorno sería menos aventurado que el anterior?  Esperaba que sí.

Las cosas no empezaron tan bien. El vuelo de Buenos Aires no llegó a la hora indicada de manera que nuestra salida se demoró durante tres horas y media. Al embarcar en Santa Cruz la azafata nos advirtio que deberíamos presentarnos en el mostrador de tránsito en Buenos Aires “por si nos tuvieran que cambiar las tarjetas de embarque”. Sonó la campana de alarma pero la silencié. Al llegar a Buenos Aires nos urgieron a dirigirnos a la Puerta Nº 11.  De todos modos decidí presentarme en Tránsitos. La chica no sabía nada excepto que nuestro vuelo había sido cancelado.  Después de algún tiempo llegó otra azafata con una lista.  Yo tuve suerte: me habían designado entre los pasajeros que saldrían en el vuelo de las 23h30. Otros pasajeros no tuvieron tanta suerte: a algunos los mandaron a Roma y a otros lugares.

Fue imposible llegar a la Puerta Nº 11.  Había una auténtica revolución en la sala de pre-embarque.  Cientos de pasajeros se arremolinaban por todas partes; algunos estaban de pie sobre los asientos, gritaban, chillaban, silbaban y en general expresaban su disconformidad de forma contudente.  El personal de  la línea aérea estaba acorralado tras el mostrador.  El vuelo de las 9h de la mañana y otro de las 15h de la tarde, aparte del mío de las 22h de la noche, se habían cancelado y los pasajeros, ya hartos, intentaban por todos los medios regresar a casa. Por fin los que teníamos tarjetas de embarque subimos al avión que salió en hora.

El resto del viaje transcurrió sin novedad aparte de que yo padecía un trastorno intestinal y a la media hora de despegar ¡todos los servicios menos uno fueron clausurados por avería!

Al final ocurrió lo inevitable. Yo llegué a Málaga pero mi equipaje se quedó por el camino.

La moraleja de esta historia es: NO VIAJAR NUNCA EN AEROLINEAS ARGENTINAS.  

INFORME DE LA VISITA

INFORME DE LA VISITA AL PROYECTO “LA ESPERANZA”

Marzo 2006


Ya que llegué con 24 horas de retraso, perdí el programa previsto para el sábado día 11 de marzo. Afortunadamente Primo Castro había recogido el material escolar y los uniformes: los suministradores me conocen y confiaban en que llegaría el pago. El domingo por la mañana nos fuimos al mercado de La Cancha para comprar los calcetines  para los niños.

El lunes (13 de marzo) nos pusimos en marcha a las 7 de la mañana para la fábrica de calzado the MANACO (un subsidiario de Bata) en Quillacollo donde habíamos encargado los zapatos con antelación.  La mercancía nos esperaba y sólo hubo que comprobarla y pagarla. El año pasado la fábrica nos transportó el pedido al centro de Cochabamba pero esta vez nos tuvimos que encargar del transporte de las tres cajas. Conseguimos llegar a tiempo para conectar con el transporte a San Benito donde estaban citados los niños y sus padres para las 10h.

En años anteriores distribuimos el material en los distintos colegios pero este año habíamos optado por reunir a todos los niños y sus familias en San Benito. Uno de los objetivos principales de esta estrategia fue el de fomentar la sensación de pertenecer a la comunidad de “La Esperanza” en vez de ser simples beneficiarios individuales dispersos por las diferentes localidades. Creo que fue una decisión acertada.

Los niños y sus padres congregaron en el patio de la iglesia donde hay suficiente espacio para todos y para almacenar el material bajo techo en caso de lluvia (otro acierto).  Los directores de todas las escuelas (menos la de Lobo Rancho) asistieron junto con el representante de la Alcaldía  responsable de la educación y la directora distrital.

Los discuros son obligados en Bolivia, así que cada representante tomó la palabra.  Cuando me tocó el turno aproveché la ocasión para recalcar lo que se espera de los estudiantes y de sus familias.

Se reiteraron los compromisos principales explicados en años anteriores; a saber, que los niños deben asistir a la escuela con regularidad, hacer sus deberes y sacar los mejores resultados de que son capaces. También deben llevar los uniformes. A los padres se les explicó que de guardar la ropa para los domingos o venderla sus hijos serían expulsados del proyecto.

Se explicó que La Esperanza no tiene interés alguno en incrementar el número de beneficiarios por el mero hecho de aumentar los números. Nuestro objetivo es contribuir a mejorar el futuro de nuestros beneficiarios ayudándoles a estudiar para que el día de mañana puedan mejorar su situación y sus posibildades. Subrayé que preferíamos trabajar con  5, 10 o 15 familiar realmente comprometidas en vez de seguir apoyando a personas que no mostraban interés en mejorar. En el futuro, dedicaríamos los recursos de dos o más padrinos para cubrir las necesidades de cualquier niño que realmente muestra interés y tiene la capacidad de seguir estudiando.

Para fomentar un mayor sentido de responsabilidad, tanto de los niños como de sus padres, pedimos que al final de cada trimestre enviasen copia de las notas y una carta o dibujo (en caso de los niños más pequeños). En caso de incumplimiento, los beneficiarios en cuestión serán eliminados del programa. Creo que todas las familias entendieron lo que se les pedía. Todo lo anterior fue traducido al Qu’echua para que no hubiese malos entendidos, sobre todo entre las familias de la comunidad Chaki Kh’ocha en la puna.

Las madres habían preparado un almuerzo de pollo y arroz que comimos todos juntos. Antes de marchar la mayoría de las familias preguntaron la fecha de la reunión al final del primer trimestre para poder entregar las notas. Con el tiempo se irá viendo las familias que cumplen y cuáles no.

La tarea más importante que quedaba por hacer era pagar los materiales y los uniformes, así que por la tarde cumplí con ese deber.

Al día siguiente tenía que investigar las circunstancias de unos niños que conocemos desde nuestra estancia en El Chapare cuya madre los había ingresado en una institución. Visité el lugar con su padre. Resultó ser un internado suizo-alemán y llegamos a la conclusión de que el nivel educativo era indudablemente superior al nivel del Chapare y que, si los niños quisieran estudiar más adelante, las posibilidades de alcanzar el nivel adecuado serían más altas si permanecneiesen en este colegio. Los dos mayores cmprendieron estos argumentos y optaron por quedarse, pero el más pequeño quiso volver a casa con su padre. Sin embargo, como fue la madre quien los ingresó, la directora alemana no estaba dispuesta a entregarlo a su padre por lo que el niño se quedó al menos por ahora. Uno de los problemas más grandes era la comida, pero me pareció que el factor más importante probablemente fuera que la dieta en la escuela sería más variada que la dieta a la que estaban acostumbrados en El Chapare donde la nutrición es a base de arroz y yuca, o patatas traídas de Cochabamba, y que los niños no se habían acostumbrado a los nuevos sabores y texturas.  La disciplina y el orden son otros factores extraños para estos niños, pero me pareció que a la larga los beneficios de permanecer en el colegio serían considerables, sobre todo en el campo de la higiene y de los modales. Habrá que ver si su padre podrá aguantar sin sus hijos, pero en ese tema no puedo entrar ...

También me reuní con David, el chico cuya madre padecía cáncer.  Parece que la enfermedad está en fase de recesión: Margarita está asombrosamente bien y ha encontrado otro empleo. Su sueldo es de tan sólo Bs 150 (€15) al mes y no le pagan ni con puntualidad ni con regularidad pero sigue adelante lo mismo. David se ha trasladado a vivir con su madre pero ha decidido, y creo que con buen criterio, que prefiere seguir bajando desde Qlisa a Cochabamba para poder seguir asistiendo a clase en el mismo colegio de antes donde el nivel de estudios es mejor.  Al leer los informes escolares se darán cuenta de la magnitud del problema: muchos de los profesores se expresan con dificultad y la ortografía deja mucho que desear.

Creo que la visita fue positiva y espero que a lo largo del año tanto los padres como los beneficiarios cumplan con los requisitos establecidos.

Marzo 2006