¡Misión cumplida!
Hoy
nos pusimos en marcha temprano. Vito, el señor que hace los
uniformes, me recogió y subimos al Valle Alto juntos en su
camioneta. Por el camino pude ver que Cochabamba está creciendo
mucho. Hay muchísima construcción. Vito me contó que hay 6
semanas de espera para alquilar una hormigonera, y que un trabajador
suyo que había pagado US$800 por una parcela hace 15 años ¡acababa
de venderla en US$40,000! Evidentemente estos precios no se
reconcilian con la economía real por lo que tiene que ser dinero del
narcotráfico.
En
cambio las construcciones que se habían iniciado en las comunidades
camino del Valle Alto han quedado sin terminar porque los dueños son
personas que habían emigrado a Europa y habían invertido sus
ahorros en la construcción de unos verdaderos palacetes. Sin
embargo, con la crisis económica en Europa la mayoría ha vuelto y
las casas de sus sueños no se han podido completar.
Cuando
llegamos a San Benito ya estaban esperando bastantes familias, pero
hasta que llegase la gente de la puna y de las áreas más apartadas
no se podía empezar el acto, así que hubo un retraso considerable.
En
Bolivia no se puede celebrar ninguna reunión sin discursos. Así
hablaron la coordinadora del colegio, la presidente del “Comité de
Vigilancia Social”, Primo y después yo. Más tarde también llegó
la nueva directora del colegio que, en consonancia con la tendencia,
es Aymara.
Con
76 beneficiarios este año se tarda bastante más tiempo en hacer la
entrega que cuando empezamos este trabajo. Sin embargo, Primo lo
tiene muy estudiado: primero material escolar; después uniformes y
mochilas; después zapatos; luego calcetines – niños menores de 11
años, chicos mayores de 11 años, niñas menores de 11 años y
chicas mayores de 11 años; finalmente artículos de aseo.
Cuando
estábamos a punto de terminar llegaron el alcalde y dos concejalas,
por lo que hubo otra ronda de discursos. Para entretener a los chicos
decidimos servir el almuerzo y refrescos y así se conformaron todos.
El alcalde hizo entrega de una placa en reconocimiento de los 10 años
que La esperanza lleva operando en el municipio.
Eran
casi las 4 cuando volví a Cochabamba, pero al menos con la
satisfacción de que se había cumplido.