Un viaje movimentado

26/02/2010

Me levanté a las 4.30 y el taxi llegó antes de la hora concertada, de manera que salí del hotel a las 5.30. Menos mal. Cuando llegué al aeropuerto ya había una larga cola de gente con montones de equipaje. La mayoría eran bolivianos que emigraban a diferentes países.

Mientras esperaba en la sala de embarque me llamaron por los altavoces – una invitación a dirigirme al lugar de inspecciones de antinarcóticos. Ahí estaba mi maleta.

¿Es Vd. La Sra. Mary Rodriguez?
Sí.
¿Es ésta su maleta?
Sí.
¿Viaja Vd. Sola?
Sí.
¿Adónde viaja?
Buenos Aires.
¿No viaja a Madrid?
Hoy no.
¿Así que viaja sola
Sí.
¿A Buenos Aires?
Sí.
No a Madrid?
Hoy no.
De acuerdo, se puede marchar.

Después de este incidente todo fue bien. Salimos de Cochabamba con tan sólo 15 minutos de retraso.

En Santa Cruz la hora y media entre los vuelos era lo justo para cumplir con todos los requisitos burocráticos. Primero, control de pasaportes. Después la entrega de una declaración jurada para asegurarles que no se sacaban más de US$10.000 del país. En caso contrario, hay que justificar la procedencia del dinero y explicar para qué lo quieres. Luego, hay que pasar por el control antinarcóticos de Interpol bajo el tutelaje de la famosa Ley 1008 de Bolivia. Ahí te revuelven todo el equipaje de mano.

Por fin se llega a la sala de espera. En la pantalla ponía que el vuelo para Buenos Aires saldría de la Puerta Nº 4, pero algún empleado dijo que sería la puerta 4.. Después dijeron que sería la puerta 3, así que se desató un caos general. Al final se salió por la puerta Nº 3. Embarcamos y salimos a tiempo. Hasta aqui bien.

A los pocos minutos de despegar se oyó un ruido muy fuerte en el lado izquierdo del avión. Nadie dijo nada en ese momento, pero después de unos 15 minutos anunciaron que debido a problemas técnicos debìamos regresar a Santa Cruz. Luego aclararon que se trataba de un fallo en la presurización de la cabina.

Al principio nos tuvieron sentados en el avión durante media hora, pero después tuvimos que desembarcar.

Cuando nos dieron vales para el almuerzo ya sabíamos que la cosa iba para largo. Mantenimiento no liberaba el avión – evidentemente el fallo no era de la presurización de la cabina. Los pasajeros argentinos habían perdido la paciencia y amenazaban con linchar al gerente si no se dignaba a hacer acto de presencia para dar una explicación convincente. Varios de estos pasajeron habían estado en el mismo vuelo la semana anterior cuando el avión tuvo que dar la vuelta, hacer un aterriizaje forzoso con los bomberos en alerta general y luego tuvieron que pasar dos días antes de poder regresar a Buenos Aires. Como es lógico, no estaban dispuestos a repetir la misma experiencia.

Por fin llegó un avión de Salta en el norte de la Argentina y, una vez que hubieron desembarcado los pasajeros y se hubiera llenado el tanque de fuel, nos metieron en ese avión y llegamos a Buenos Aires a las 19.40 hora local, es decir con más de 5 horas de retraso.

Perdí el menos tiempo posible en pasar el control de inmigración. Afortunadamente el pasaporte británico no resultó ser un impedimento y pude llegar al centro de Buenos Aires en taxi.