La ilusión de los niños
Hoy (23/02/2010) fue un día ajetreado. El viaje a San Benito lleva hora y media más o menos. Primero se va en microbús (trufi) hasta las afueras de la ciudad y desde la parada en trufi-taxi (un taxi que comparten varias personas) se sube hasta los valles altos.
Como estaba lloviendo la mayoría de la gente de fuera de San Benito tenía problemas para llegar al patio de la iglesia donde nos solemos reunir, pero los que más dificultades tenían eran los que tenían que bajar desde Ch'aki Q'ocha que está más arriba en la puna. Sin embargo, al final llegaron todos.
Cada año el programa es más o menos el mismo. Primero Primo da una charla a los padres y los niños donde aborda los temas que le preocupan, como pueden ser faltas de asistencia a clase etc. Luego me toca a mi. Normalmente explico que nuestro pequeño proyecto no cuenta con fondos gubernamentales ni insititucionales sino que todos los fondos provienen del sacrificio de personas normales y corrientes. Lo único que pedimos a cambio del apoyo que brindamos es que los niños asistan a clase todos los días y que lleven el uniforme y los zapatos. Este año volví a insistir en que el uniforme no se debe guardar para las fiestas.
Este año quería sacar una foto a saca niño para que los padrinos puedan ver cómo están creciendo.
Luego empezó la entrega del material:
mochilas
uniformes
zapatos
toallas
calcetines
pasta de dientes
cepillos de dientes
jabón .
Parecía una línea de producción. Todos los niños estaban ansiosos de recibir su dotación. Los nuevos beneficiarios estaban muy excitados y todos querían ser el primero. Tras asegurarles que todos iban a recibir lo mismo, formaron cola y esperaron, si no con paciencia, al menos con algo que se le podía parecer.
Después de la entrega, la comunidad eligió a un representate que expresase su gratitud y la esperanza de que el proyecto siguiese trabajando durante muchos años más.
Luego las madres cargaron todas las cosas en sus awayus, aquellos paños multicolor que las mujeres andinas utilizan para todo – en ellos cargan sus bebés, las patatas y otras cosechas para llevarlos al mercado. Alguien había organizado un almuerzo, así que nos fuimos todos al “restaurante” más nuevo y “mejor” del pueblo. Lo ha abierto un señor que emigró a España y ahí ahorró su dinero para regresar y montar este pequeño negocio.
Las obras no están terminadas todavía pero nadie se fijó en eso. Las familias se acomodaron en el suelo, en las escaleras o en alguna silla y sacaron la comida que habían traido desde casa. Los invitados “de honor” nos sentamos a una mesa y nos sirvieron el platado bien cargado típico de Cochabamba donde la comida es el fulcro de la vida. Nos sirvieron trucha procedente de una pequeña piscifactoría local, patatas cocidas, arroz blanco, cebolla criolla que es bastante picante, tomate y algunas rodajas de pimiento verde. Yo no fui capaz de comer todo lo que me habían dado así que el resto se lo di a los niños para que lo terminaran.
Después volví a Cochabamba donde se estaba acabando el caos del día de mercado. En Cochabamba hay dos días de mercado, los miércoles y los sábados, cuando es imposible montar en los trufi proque todo el mundo está cargando los enormes sacos de productos.
Como estaba lloviendo la mayoría de la gente de fuera de San Benito tenía problemas para llegar al patio de la iglesia donde nos solemos reunir, pero los que más dificultades tenían eran los que tenían que bajar desde Ch'aki Q'ocha que está más arriba en la puna. Sin embargo, al final llegaron todos.
Cada año el programa es más o menos el mismo. Primero Primo da una charla a los padres y los niños donde aborda los temas que le preocupan, como pueden ser faltas de asistencia a clase etc. Luego me toca a mi. Normalmente explico que nuestro pequeño proyecto no cuenta con fondos gubernamentales ni insititucionales sino que todos los fondos provienen del sacrificio de personas normales y corrientes. Lo único que pedimos a cambio del apoyo que brindamos es que los niños asistan a clase todos los días y que lleven el uniforme y los zapatos. Este año volví a insistir en que el uniforme no se debe guardar para las fiestas.
Este año quería sacar una foto a saca niño para que los padrinos puedan ver cómo están creciendo.
Luego empezó la entrega del material:
mochilas
uniformes
zapatos
toallas
calcetines
pasta de dientes
cepillos de dientes
jabón .
Parecía una línea de producción. Todos los niños estaban ansiosos de recibir su dotación. Los nuevos beneficiarios estaban muy excitados y todos querían ser el primero. Tras asegurarles que todos iban a recibir lo mismo, formaron cola y esperaron, si no con paciencia, al menos con algo que se le podía parecer.
Después de la entrega, la comunidad eligió a un representate que expresase su gratitud y la esperanza de que el proyecto siguiese trabajando durante muchos años más.
Luego las madres cargaron todas las cosas en sus awayus, aquellos paños multicolor que las mujeres andinas utilizan para todo – en ellos cargan sus bebés, las patatas y otras cosechas para llevarlos al mercado. Alguien había organizado un almuerzo, así que nos fuimos todos al “restaurante” más nuevo y “mejor” del pueblo. Lo ha abierto un señor que emigró a España y ahí ahorró su dinero para regresar y montar este pequeño negocio.
Las obras no están terminadas todavía pero nadie se fijó en eso. Las familias se acomodaron en el suelo, en las escaleras o en alguna silla y sacaron la comida que habían traido desde casa. Los invitados “de honor” nos sentamos a una mesa y nos sirvieron el platado bien cargado típico de Cochabamba donde la comida es el fulcro de la vida. Nos sirvieron trucha procedente de una pequeña piscifactoría local, patatas cocidas, arroz blanco, cebolla criolla que es bastante picante, tomate y algunas rodajas de pimiento verde. Yo no fui capaz de comer todo lo que me habían dado así que el resto se lo di a los niños para que lo terminaran.
Después volví a Cochabamba donde se estaba acabando el caos del día de mercado. En Cochabamba hay dos días de mercado, los miércoles y los sábados, cuando es imposible montar en los trufi proque todo el mundo está cargando los enormes sacos de productos.
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